El narrador estadounidense abre hoy en Málaga la tercera edición del Festival Escribidores como antesala a la publicación en España de su última novela, ‘Be Mine’, la quinta y última protagonizada por Frank Bascombe
A punto de cumplir los 80 años, Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) se muestra jovial e inclinado al humor más afinado en la conversación. Hoy será el encargado de inaugurar en Málaga la tercera edición del Festival Escribidores en conversación con Juan Gabriel Vásquez y volverá a España en mayo para presentar la publicación en Anagrama de su última novela, Be Mine, la quinta (y previsiblemente última) entrega protagonizada por Frank Bascombe, aparecida en Estados Unidos el verano pasado. Reconocido con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, además del Pulitzer, Ford es uno de los narradores americanos fundamentales del último siglo, pero se expresa con la franqueza abierta del amateur.
PREGUNTA: En el Festival Escribidores comparte usted cartel con numerosos autores de España y América Latina. ¿Cómo es su relación con la literatura en lengua española?
RESPUESTA: Es muy estrecha desde que leí a Cervantes en mi juventud. Después, en los años sesenta, leí a todos esos escritores imprescindibles, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier y Juan Rulfo. En aquella época leíamos a estos autores en inglés. La mayoría de los escritores americanos lo hacen así desde su formación, lo que lleva a muchos a leer a Cervantes como si fuese un novelista estadounidense. Y yo siempre me rebelé contra eso. Más tarde, sin embargo, pude leer a estos autores en su lengua, el español, y tuve una de las experiencias más conmovedoras que he vivido como lector. Entonces, pasé a verlos de otra manera: ya no me importaba tanto que fuesen españoles, chilenos o colombianos, para mí formaban parte de un lugar común que era esa lengua compartida por todos.
P-¿No es su Frank Bascombe, en cierto modo, un Quijote americano? Como el hidalgo, tiene problemas para reconocer la realidad y vive en un mundo que se desvanece.
R- Sí, pero veo una conexión mayor en la evidencia de que el mundo de los dos es el lenguaje. Don Quijote está hecho de palabras y a Bascombe le pasa lo mismo: para él, lo más importante de cualquier aspecto de la vida es cómo lo enuncias, cómo lo expresas. Cervantes escribe siendo muy consciente de esto y a mí me causa respeto, aunque lo encuentro divertido.
P–¿Ha encontrado usted forma de decir lo que quiere decir después de cincuenta años de escritura?
R-Con los libros me ha ido razonablemente bien, lo que me ha permitido inventar un lenguaje propio para cada uno. El lenguaje de los libros de Frank Bascombe es muy diferente del de otras novelas y relatos que he escrito. Pero, sí, necesito construir un lenguaje distinto para cada historia. De hecho, me pillas en plena faena. No tengo ahora mismo conmigo mi cuaderno de notas [busca en sus bolsillos], pero a mi edad sigo pensando que puedo escribir otra historia, y lo que hago al principio es definir el lenguaje que voy a utilizar. En esas estamos.
P-Es una buena noticia.
R- Eso espero. Pero, volviendo a tu pregunta: sí, todavía me veo capaz de crear el lenguaje que las historias precisan para decir lo que quiero decir. Cuando eres joven, uno de los obstáculos a los que te tienes que enfrentar es la dificultad de construir frases convincentes. Ahora, por fin, sí me siento capaz de construirlas.
PREGUNTA- El prólogo de Be Mine lleva el título Happiness. ¿Se puede escribir hoy sobre la felicidad sin caer en el cinismo?
RESPUESTA- La literatura provee a cada lector de un espacio en el que las reglas no son las mismas que rigen el mundo. Y, al mismo tiempo, pide al lector que confíe en esas reglas. De esta manera, lo que pasa dentro del libro puede aportar cierto alivio al lector respecto a lo que sucede fuera. A veces cuesta mucho asimilar que los bombardeos continúen en Gaza y que los terroristas de Hamas crucen la frontera para matar inocentes. Pero la lectura puede consolarte. No se trata de anestesiarte como hace el alcohol, sino de sentirte menos solo. La última línea de mi novela Canadá decía así: «Lo intentamos. Todos nosotros lo intentamos». Y no es cinismo. Defender la esperanza nunca puede ser un acto de cinismo.
P- En la novela, un Bascombe maduro se enfrenta de nuevo a la muerte, pero lo hace a través de la enfermedad de su hijo Paul. ¿Reflexionar sobre el fin significa hacerlo sobre el fin de los demás?
R- No estoy de acuerdo. Recuerdo un verso de Robert Frost que dice: «Cualquiera puede llegar tan lejos como tú, salvo hasta tu muerte». La manera más interesante de pensar sobre la muerte es a partir de cómo nos concierne personalmente. Creamos instituciones como el matrimonio, la familia y el trabajo para distraernos de la certeza de que algún día moriremos. Y, cuando escribimos, hacemos más o menos lo mismo: proveernos de espacios de resistencia frente a la muerte.
P- En Acción de gracias, Bascombe concluía que lo inevitable no es la muerte, sino la vida. ¿Es esto una afirmación del deseo?
R- Sí. Aunque eso también cambia con el tiempo. Cuando eres joven, el deseo está en todas partes. Cuando te haces viejo, tienes que entrenarlo porque sin deseo, por ejemplo, no puedes escribir. Y me refiero al deseo en un sentido amplio. Conforme vas cumpliendo años, te preguntas qué serás capaz de hacer en el futuro inmediato. Afortunadamente en mi caso, vivir enamorado de mi mujer es una ayuda clave. Podemos pensar juntos en el futuro. Y ese es el mayor deseo que puedo tener ahora.
P- ¿Y es el mundo ahora peor de lo que pensaban hace veinte o treinta años?
R- Supongo que por mi oficio de novelista me llevo mejor con las cuestiones particulares que con las generales. Las generalidades no me inspiran mucha confianza. Si pienso en la situación general del presente en Estados Unidos, lo veo todo horrible. Pero si nos detenemos, por ejemplo, en la situación de la población afroamericana, o de las mujeres, aunque quede todavía mucho por hacer, es indudablemente mejor que hace treinta años.
«Ninguna doctrina sobre la cancelación o la apropiación va a decirme lo que tengo que escribir. Si quiero apropiarme de la ropa interior de tu madre para mi libro, ten por seguro que lo haré»
P- El año pasado, en una entrevista, se mostraba usted convencido de que Donald Trump no volvería a optar a la Presidencia.
R- ¿Ves? Eso me pasa por meterme en generalidades. Soy un analista político nefasto. Pero sí te diré que la situación me parece ahora más peligrosa de lo que era en 2016. Biden es seguramente el único candidato demócrata al que Trump puede vencer. La diferencia es que ahora sí sabemos lo que es Trump: un loco, un monstruo, un destructor de riqueza, un narcisista sin límites. Nadie en su sano juicio diría que se puede dirigir un país así.
P- Por qué cree que la ficción sigue teniendo sus lectores?
R-Porque los motivos por los que suceden las cosas nunca son obvios, pero la ficción nos demuestra que no tienen por qué ser absurdos. La ficción nos explica de dónde vienen el amor, la angustia, la felicidad y la insatisfacción, de manera que nada de esto nos parezca absurdo, aunque nunca sea obvio.
P- ¿Aunque pueda ser pasto de la cancelación?
R- Ninguna doctrina sobre la cancelación o la apropiación va a decirme lo que tengo que escribir. Si quiero apropiarme de la ropa interior de tu madre para mi libro, ten por seguro que lo haré. La idea de que si no eres gay no puedes escribir sobre gays, o de que si no eres mujer no puedes escribir sobre mujeres, es contraria a la imaginación y a la creación. ¿A quién queremos proteger de qué? Incorporar en nuestra obra al otro, al que menos tiene que ver con nosotros, no es un robo, sino un acto de generosidad.
Fuente: El Mundo