“La levanta con pala”, “¡qué garrón!”, “está en un cumple”: el especialista explica de dónde viene y adónde va esta “modesta rebelión ante la lengua oficial” y advierte sobre la desatención histórica que tuvo la literatura en lunfardo
Un académico “lunfardólogo” y tanguero, además de especialista en “géneros marginalizados”, ingresa mañana en la Academia Argentina de Letras (AAL). El poeta, ensayista, docente universitario e investigador dedicado al estudio del lunfardo y del tango Oscar Conde (Buenos Aires, 1961), que fue elegido para ocupar el sillón Juan Cruz Varela, dará su discurso de recepción en el Palacio Errázuriz, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo (avenida del Libertador 1902).
Doctor en Letras, profesor de Lenguas Clásicas, de Lengua Española y de Literatura Argentina, y director de proyectos de investigación y de tesis doctorales y posdoctorales, ingresó en la Academia Porteña del Lunfardo (APL) en 2002. “Mi experiencia en APL ha sido riquísima -dice Conde a LA NACION-. Allí tuve y tengo cofrades extraordinarios de los que aprendí muchísimo y a quienes me unen profundos lazos de afecto y, en muchos casos, un vínculo de amistad. Crecí mucho en la APL, no solo si lo medimos en conocimientos. Crecí como persona”.
“Ha sido y es exactamente igual en la Academia Nacional del Tango, donde ingresé en 2015”, dice. “El sábado presentamos con Claudio Martínez un libro con la poesía reunida de Felipe Fernández, ‘Yacaré’, Versos rantifusos y otros poemas, publicado por La Docta Ignorancia -cuenta-. Lo que hicimos fue escribir el estudio preliminar, armar un glosario y producir más de dos mil notas al pie de los poemas que son de carácter lexicográfico o contextual. De lo contrario, un lector joven de nuestros días no entendería casi nada”. Conde y Martínez preparan una edición anotada de otro trabajo de “Yacaré”, la Gramática del chamuyo rantifuso, que publicará la Universidad Nacional del Litoral en 2024.
-¿Cuál es el tema de tu discurso de recepción ante la AAL?
-El discurso se titula “Los tesoros ignorados de la literatura lunfarda” y aborda la desatención histórica que ha tenido la vastísima literatura escrita en lunfardo y la cantidad de textos de este tipo en forma de poema, diálogo, cuadro costumbrista, narrativa o columna periodística, que es necesario rescatar de las páginas de diarios y revistas de los últimos 120 añospara darla a conocer en ediciones en libro a las nuevas generaciones. No solo hallaríamos allí muchas expresiones lingüísticas olvidadas o desconocidas sino que también podríamos percibir las transformaciones y sucesivas metamorfosis que han tenido el modo de pensar, de sentir y de entender la vida de los argentinos.
-¿El lunfardo es solo porteño o hay un lunfardo argentino?
–Nunca fue estricta o exclusivamente porteño. Cuando surgió, lo hizo en forma paralela en diversas ciudades de la región del Plata: Buenos Aires, Montevideo, Rosario, La Plata. Es decir que nació con un alcance amplio que abarcó distintos centros urbanos, pero desde la década de 1970 tiene un alcance nacional, y en los últimos veinticinco años hasta un alcance transnacional. Se usan lunfardismos en Chile, donde se usan mufa y canchero; en Bolivia, en Paraguay, donde se usa curro, y hasta en España, además de Uruguay, claro, que fue cuna del lunfardo tanto como la Argentina.
-¿Cómo definirías el lunfardo?
-En una definición simple y clara, el lunfardo es un vocabulario popular; la palabra técnica en lingüística es argot. Es un listado de palabras y de locuciones que surgen en la oralidad y que, más tarde o más temprano, acaban también por incorporarse a la lengua escrita: la literatura, los medios de prensa, los carteles de los negocios, las publicidades, los mensajes en aplicaciones o los posteos en redes sociales. La clave está dada por su afán lúdico. En vez de decir “¡qué problema!” solemos decir “¡qué garrón!”. En lugar de decir que la venta está floja podemos decir que anda flojardi. Podríamos decir que alguien gana mucho dinero, pero tal vez preferimos decir que la levanta con pala. Y si alguien no se da cuenta de nada elegimos decir que está en un cumple.
-¿Por qué se lo relaciona con la marginalidad?
-Por dos razones. Primero, se originó entre las clases populares en la década de 1870, cuando comenzaba la gran inmigración europea, y segundo, quienes primero repararon en el lunfardo fueron policías o criminalistas y, como escucharon este léxico de boca de presos, supusieron equivocadamente que se trataba de una jerga de la delincuencia. La segunda razón no merece la pena ni discutirla, porque es un error evidente: el lunfardo abarca muchísimos campos semánticos que no tienen relación con el delito: birra, catrera, marote, engrampar y pucho, entre cientos de ejemplos. La primera razón podría considerarse más lógica, pero definitivamente está mal, porque no es cierto y porque está moralmente mal asociar pobreza con delincuencia.
-¿Qué relación hay entre la lengua “oficial” y los argots?
-Los argots, por ser simplemente repertorios léxicos, se cuelan en la lengua estándar, esto es, aprovechan su sintaxis, sus recursos morfológicos para indicar género, número, tiempo o modo verbal. También se sirven de las clases de palabras que los argots no generan y que, por lo tanto, no pueden reemplazarse: los artículos, los pronombres, las conjunciones, las interjecciones y la mayoría de los adverbios. De este modo, una frase puede contener lunfardismos, pero se construirá de acuerdo con la sintaxis del español y se servirá de distintos tipos de palabras del español. Si digo el verso de Roberto Selles “los gomías me engordan la casimba del cuore”, allí solo hay tres lunfardismos: gomías (vesre de amigos), casimba (billetera) y cuore (corazón). Lo demás es español.
-¿Y tienen otros propósitos?
-En su origen, son indicios de una modesta rebelión ante la lengua “oficial”, pero no tanto porque se rebelen contra las normas lingüísticas, sino más bien porque, por medio de la degradación de esas normas, que dan cuenta de los valores imperantes y la cultura dominante, se critica o se ironiza, se expresa la rabia, la aflicción, la desesperanza o el desprecio ante lo que se considera un orden social injusto. Ya no es así necesariamente, en especial porque el lunfardo ya no es exclusivo de la esfera popular. Sin embargo, siempre siguió conservando dos funciones primordiales: genera la cohesión grupal y es un emblema identitario e identificatorio.
-¿A qué llamás géneros literarios marginalizados?
-Son los géneros a los que las instituciones de la cultura como las universidades, las academias, las revistas culturales, aunque en menor medida tal vez, han ignorado históricamente, como el policial, el de terror, el de aventuras, la novela rosa, la ciencia ficción, la literatura para chicos, la historieta. En nuestro país fueron géneros marginalizados la poesía gauchesca o la letra de tango. Pues bien: la literatura lunfarda lo sigue siendo hoy.
-¿Qué autores podrías mencionar?
-Entre los poetas lunfardos, a Luis Alposta, Otilia Da Veiga, Martina Iñíguez, Evangelina Corredera y Carlos Velazco, y entre los letristas de tango, el uruguayo Fernando Santullo, Acho Estol, Claudia Levy, Sebastián De Mattei, Alfredo Rubín y Marta Pizzo.
-¿La cancionística popular merece ser más estudiada por los académicos?
-Sin ninguna duda, y estos estudios están ciertamente en pañales. No solo pienso en la letra de tango, sino también la de la canción folklórica, la del rock nacional, la de la llamada “música tropical”, la del rap y la del RKT. Para algunos intelectuales solo vale la pena estudiar la “literatura culta” o la literatura percibida y, a veces, con absoluta soberbia, también autopercibida, como de vanguardia, es decir, la producida por escritores de culto o que, en la mente de estos intelectuales, merecerían algún día ser escritores de culto. Cada quien puede estudiar o leer lo que prefiera, por supuesto.
-¿Cómo se evalúa la calidad de la cancionística y qué criterios se usan para evaluar esa calidad?
-Para responder debería hablar tres o cuatro horas. Hablar sobre la calidad del arte siempre puede resultar subjetivo, aunque existan parámetros para medir la calidad musical o poética. Los musicólogos son quienes pueden evaluar la perfección de una pieza. En mi caso, podría hacer una evaluación literaria, porque soy un profesor de literatura. Sin embargo, hay cosas difíciles de medir cuando se produce un hecho artístico o el encuentro entre la obra y el público: el impacto emocional, la sensación de que el artista está diciendo cosas que uno siente y piensa, y que las está diciendo de un modo que no podría ser mejor, ni más bello ni más claro. En ese momento, podrían venir los más grandes especialistas a explicarnos los “errores” de esa obra y darnos razones de por qué no es buena, y a nosotros, como público, no nos importa nada. Esa obra de arte (una canción, un libro, una peli, una escultura, una actuación) nos llena el corazón, la emoción y el asombro nos conmueven y con eso es suficiente. Como dijo Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no puede llegar a entender”.
-Afirmás que la innovación en el lenguaje proviene de los jóvenes.
–El 96 % por ciento proviene de los jóvenes menores de 25, en efecto. Es un dato objetivo. Salvo los neologismos que tienen que ver con nuevas realidades, con avances tecnológicos o con descubrimientos científicos, son poquísimas las palabras “inventadas” por personas mayores de veinticinco años. Otra cosa puede suceder dentro de las jergas específicas: es posible que se impongan nuevos términos por parte de personas mayores en el ámbito de la educación, en la jerga financiera o en la de la droga, pero estamos hablando de vocablos o locuciones generalizadas en el uso.
-¿Cómo conviven en tu obra el ensayo académico y la literatura?
-Y… va ganando el primero por goleada. Estoy escribiendo un libro sobre el lenguaje argentino y, muy de vez en cuando, algún poema que integrará algún día mi próximo poemario: Indicios de Gardel y otras maravillas aprendidas para siempre.
-¿Cuál es tu opinión sobre las críticas de cierto sector político a la inversión del Estado en humanidades y ciencias sociales?
-No entiendo a qué sector político te estás refiriendo. La inversión del Estado en humanidades (bibliotecas, archivos, museos, academias nacionales) es ínfima desde que tengo conciencia. E, infelizmente, fue así con todos los gobiernos. Ha habido, claro, personas que realizaron gestiones dentro de algunas instituciones del Estado que han sido muy buenas, pero son excepciones absolutas.
-Me refiero a los referentes de La Libertad Avanza.
-Nunca hablo de política en los reportajes que me hacen, pero voy a hacer una excepción. Si gana las elecciones ese frente político, lo último que va a interesarnos son los recortes a las humanidades y las ciencias sociales que son, por supuesto, evidencias de una ignorancia supina. Cuando dolaricen, y ojalá que no lo logren, la mayoría de nosotros ganaremos doscientos dólares y el colectivo nos va a costar cinco dólares y un alquiler, quinientos. Ese va a ser el verdadero problema que tendremos que enfrentar.
Por Daniel Gigena/ La Nación