Valentina tenía un historial de trabajos mal pagos. En 2018 empezó a vender libros por Instagram y hoy tiene su propia librería en Belgrano. Entre talleres culturales y la lucha por generar trabajo digno, su historia
Manuel Ugarte 2439, Belgrano, Ciudad de Buenos Aires. A tres cuadras, la Plaza Alberti; a poco más de 100 metros, la estación Congreso de Tucumán. Entre talleres de escritura, clubes de cine y catas de té, conviven en lo último de Mariana Enríquez con El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y alguna que otra novela “Elige tu propia aventura”.
Mandolina Libros nació en 2018 como un emprendimiento en Instagram y supo crecer hasta convertirse en una especie de club cultural. Valentina y Gianni son sus dueños, oriundos de Bahía Blanca y Coronel Dorrego, dos ciudades ubicadas al sur de Buenos Aires.
La pareja se conoció trabajando en Monte Hermoso, ella moza y él cocinero. La jornada era de más de 15 horas por día y en condiciones muy malas: “Eso fue algo que desde un primer momento nos unió. A lo largo de los trabajos que tuvimos antes de estar en la librería, siempre nos marcó esa sensación de injusticia frente a algo que no se cumple. Ese es uno de los desafíos de la librería, poder crecer ofreciendo trabajo de calidad”, explica Valentina.
Para 2018 ya vivían ambos en Ciudad de Buenos Aires y buscaban algo que, en sus palabras, los llenara “día a día”. La emprendedora trabajaba en tareas administrativas en un colegio y su novio en una empresa de tecnología, a la vez que estudiaban Letras y Periodismo, respectivamente.
Tras volver de unas vacaciones, tenían cierto dinero ahorrado y dos opciones; hacer otro viaje de fin de semana o invertir en algo que pudiera cambiar su día a día.
Así surgió Mandolina Libros. El nombre está inspirado en la canción “Mandolín” de Gustavo Pena, un emblemático artista uruguayo de culto (“Tiene una mirada ebria de palabras y poesías, bajo el cielo claro de un pueblito por ahí”).
La compra inicial era de 25 títulos, que se vendían a través de Instagram: “Los libroscreo que son algo que de alguna manera ordena nuestra vida. Siempre estuvieron presentes en mi vida, siempre los pensé como un hobby. Creo que con la librería fue ir a fondo con esa idea que me gusta de que lo que disfruto en mi tiempo libre y que me apasiona, también puede ser parte de mi día a día”, agrega.
Al poco tiempo comenzaron a participar de ferias y aprender los “básicos” del oficio del librero: desde cómo usar las pasarelas de pago hasta cómo contactarse con los clientes.
En 2019 Valentina decidió hacer la librería “puertas adentro” en su propia casa, pero durante la pandemia Mandolina tuvo que pasar a ser completamente virtual.
A fines de 2020 se concretó la idea de abrir un local físico: “Sentía mucho vértigo. Creo que al día de hoy la sensación siempre es de vértigo, porque nunca sabés qué es lo que va a venir”, reflexiona la emprendedora.
Ese fue un momento de quiebre. La cantidad de trabajo para una sola persona se volvió abrumadora y en 2022, Gianni comenzó a trabajar a tiempo completo en la librería tras perder su trabajo formal. “Valió la pena porque existen muchas empresas que hacen mal las cosas. Acá queremos otra cosa, queremos dar empleo de calidad, estar felices nosotros trabajando y que las personas que trabajen acá también estén felices, lo más contentas que se pueda”, expresa el joven.
Sacar dos sueldos en una empresa que preveía uno no fue fácil, pero aun así lograron contratar a dos personas el año pasado; Mariana y Cecilia.
“Desde hace un tiempo estamos tratando de ofrecer más promociones bancarias. Hace ya unos meses que estamos trabajando con Openpay, que es la procesadora de pagos del BBVA. Eso está buenísimo porque nos trae muchos clientes del banco que por ahí no nos conocían. También nos permite ofrecerles un reintegro a nuestros clientes que ya teníamos de antes y que tienen las tarjetas del banco”, agrega. Entre esos beneficios se encuentran los martes de 30% de descuento o los viernes y sábados con tres cuotas sin interés.
“¿Emprender en Argentina? Lo primero que me sale decir es que no es muy fácil porque siempre hay que estar pensando en la inflación fundamentalmente. Pero también creo que, como somos argentinos y nos manejamos de forma comunitaria, Mandolina no sería lo mismo en otro lugar del mundo. Yo estoy feliz de emprender acá, de apostar desde nuestro lugar a hacer las cosas bien y tratar de que crezca en este país este emprendimiento. Todo valió la pena, con los errores y los momentos de incertidumbre”, concluye la emprendedora.
Fuente: Infobae