Histórico espacio cultural de la ciudad de Buenos Aires
«Leer nos hizo gigantes», creado por el artista Lean Frizzera, es un homenaje a la literatura para la infancia.
La fachada de La Nube, histórico espacio cultural de la ciudad de Buenos Aires dedicado a la infancia y la promoción de la lectura, cambió por completo. Hasta hace poco las paredes del edificio -ubicado en Jorge Newbery al 3500, en Chacarita- lucían un corazón asociado a una marca de perfume, un dibujo que había sido hecho por imposición del gobierno porteño cuando ofreció al espacio la realización de un mural. Este jueves quedó inaugurado uno nuevo, llamado «Leer nos hizo gigantes», creado por el artista Lean Frizzera, que entraña un homenaje a la literatura para la infancia, a quienes la escriben y dibujan. Como quedó claro en el acto de presentación de la obra, este es más que un cambio de cara: implica una recuperación de la identidad del lugar.
Al caer el sol, los invitados al acto posaron contentos para la foto delante del enorme mural. Arriba, entre los árboles, se ven un niño y una niña que apoyan sus manos sobre un libro abierto. Y del libro se despliegan múltiples personajes de textos de autores argentinos y extranjeros de distintas épocas. Entre los primeros, son parte del homenaje Truck sale de paseo, de Beatriz Doumerc, ilustrado por Ayax Barnes; Irulana y el ogronte, de Graciela Montes, con ilustraciones de Claudia Legnazzi; Mi perro Roberto, de Rodrigo Folgueira y Poly Bernatene; y El globo, de Isol. También dos materiales prohibidos por la dictadura, ambos con ilustraciones de Barnes: Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, y La línea, de Beatriz Doumerc. Es homenajeado Julio Cortázar, particularmente su cuento «El discurso del oso», ilustrado por Emilio Urberuaga. De otros países aparecen Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll; En el desván, de Hyawyn Oram; y Trucas, de Juan Gedovius. Y hay un dirigible de Tintín.
Con este nuevo mural mucho más ajustado al espíritu del lugar -surgido hace ya casi 50 años como la primera librería especializada para la infancia de la Ciudad, devenida después biblioteca- quedó atrás «el corazón desalmado que no tenía ninguna esencia», en palabras de Ana Medina, coordinadora de La Nube e hija de su fundador, Pablo Medina, presente en el acto. Aquel dibujo había sido pintado en 2013 durante la gestión de Hernán Lombardi como ministro de Cultura porteño, luego de que la cartera hiciera al espacio la propuesta de pintar un mural, en carácter de donación. Como contó Medina a Página/12, el Ministerio «había cocinado por detrás hacer uno vinculado a una marca». «Había que cambiar la fachada. Ese corazón era horrible por muchas razones», coincidió Andrés Brandani, de la Fundación para el Desarrollo Territorial, a cargo, junto a Medina, del proyecto «La Nube Session I: intervenciones artísticas para la valorización del patrimonio literario audiovisual destinado a la infancia», que contó con el aporte de YPF a través de Mecenazgo Cultural.
La idea del cambio de fachada fue consensuada por quienes trabajan en la asociación civil. «El principal objetivo era volver a darle identidad a La Nube. Teníamos la idea de que (el mural) fuera un gran libro, muchos libros volando, un libro abierto. Así surgieron personajes que, de alguna manera, en mi experiencia lectora, me interpelaban, y también dentro de la experiencia de La Nube. Es un honor que lo que esté adentro esté afuera», dijo Ana Medina al tomar la palabra en la inauguración.
El acto, conducido por Luis Cúneo, Secretario de la Comisión directiva de La Nube, sucedió en el patio del edificio -otrora una fábrica-, con un mural de Pinocho de fondo, elaborado por el mismo artista en estos días, a modo de regalo. En el primer piso, recientemente refaccionado, había una pequeña muestra con los libros que inspiraron el mural y bocetos que reflejaban los avances del trabajo. Estuvieron presentes los legisladores porteños Matías Barroetaveña y Franco Vitali, representantes de la comuna 15 y personas fundamentales en la historia de la biblioteca, así como también chicos que crecieron entre sus libros.
La salida de la pandemia no fue fácil para el espacio de carácter autogestivo, que por dificultades económicas no pudo abrir sus puertas por completo. Antes del coronavirus abría de lunes a sábados, con espectáculos y talleres, y recibía a cantidades de chicos de escuelas para visitas guiadas. Tras la pandemia comenzaron a realizarse solamente eventos aislados. Ana Medina espera que este mural sea el puntapié para «abrir aunque sea de a poquito, seguir traccionando, amasando ideas y propuestas». «Cuando Lean pintaba la gente preguntaba cuándo íbamos a abrir. Hay una necesidad, más en estos momentos difíciles, de que volvamos a tener las puertas abiertas», concluyó. Definió a La Nube, ubicada hace 20 años en esta sede, con amenaza de remate mediante -el predio depende del gobierno porteño, fue cedido en comodato por la Legislatura-, como un «espacio de resistencia».
Por su parte, Pablo Medina anunció la realización de una exposición en torno a las ediciones de Pinocho, su «gran corazón», historia que tiene «una vinculación estrecha con la Argentina por la inmigración pobre e italiana que la conoció oralmente». En La Nube hay 700 versiones de este libro, precisó, entre anécdotas. «Nuestro tema siempre fueron los niños y los jóvenes. Pensamos en la cultura de la infancia», definió, y dijo que actualmente la biblioteca sirve, sobre todo, para los investigadores, porque no cuenta con «los libros que se pueden conseguir en el mercado, que sí están en las bibliotecas escolares». Apuntó a la realización de «exposiciones, encuentros y talleres». Fue emotivo cuando llamó a un nene que estaba sentado y lo presentó como padrino de la institución. El niño no quiso decir unas palabras, pero el fuerte abrazo que le dio al hombre lo dijo todo.
Según relató Frizzera, el mural tomó forma en días «de 100 mil grados, con un autoelevador que pesaba dos toneladas y con todas las aventuras referidas a la vereda que puedan ocurrir». Reveló que quedó «shockeado» al hacerlo. «Pinto en estos barrios hace 20 años y siempre decía ‘qué loco’ cuando veía el corazón. No sabía qué era. Cuando me convocaron para esta misión fue increíble. Pasaba algo gigante dentro de ese corazón; estaba esta nave. Fue todo una peli. Hago muchas obras con clientes de cualquier galaxia pero estos personajes fueron un montón«, expresó, y celebró «estos espacios y este legado». «Sin democracia no hay graffiti ni muralismo ni cultura de la calle», sentenció. «Cuando esto ocurría ahí afuera, estaba Pablo, con su silla o parado, y mientras Lean metía mil personajes e historias en la pared, Pablo contaba otras mil historias que están acá adentro. Ese subconjunto de historias de la pared y lo que hay acá adentro es muy rico», dijo Brandani, y aseguró que ahora la fachada muestra «no un corazón sino un alma».
Fuente: Página 12