La investigadora y curadora independiente acaba de publicar un libro sobre el robo de obras de arte y otros crímenes artísticos en la Argentina.
Una publicación sospechosa en Mercado libre, una vitrina vacía, la visita a una casa de antigüedades, una fotocopia dejada en lugar de una pintura: en el mundo de los robos del arte, todo puede suceder y convertirse en pista para casos que involucran a juzgados, fuerzas de seguridad, INTERPOL, artistas, aduanas y científicos.
En un mercado pequeño como el argentino, las ferias de arte manejan una cantidad de obras controlable y conocida, pero en las ferias históricas y hegemónicas a nivel mundial, como Art Basel, existe personal especializado contratado, donde se investigan las obras que se exponen y la proveniencia que las galerías dicen que las mismas poseen. En esas circunstancias, permanentemente salen a la luz situaciones confusas o delictivas que los galeristas siempre aseguran desconocer.
Los robos de obras de arte son más frecuentes de lo que podemos imaginar. Muy a menudo, las piezas son robadas simplemente porque es fácil hacerlo, debido a que no cuentan con las condiciones de seguridad suficientes. No obstante, rápidamente aparece el problema de la dificultad para vender esas piezas, hecho que en algunas oportunidades trata de subsanarse pidiendo rescates a cambio de la devolución a sus dueños originales.
En general, si hay que elegir entre dos escenarios nefastos, las personas interesadas y vinculadas al arte consideran preferible que una pieza sea robada a que la dañen o la destruyan. Si una obra se destruye, desaparece para siempre. Si la roban, es muy probable que se recupere o reaparezca, incluso después de varias generaciones. Aun- que lamentablemente se estima que sólo en el 10% de los casos las piezas son recuperadas, una cifra considerablemente desoladora.
Existen ocasiones en que ni siquiera el robo se efectúa por el valor de la obra en sí, sino por el del material en que está construida. En 2005, una escultura de Henry Moore fue increíblemente robada del jardín de su museo ubicado en Inglaterra, al norte de Londres, a plena luz del día y con la ayuda de dos autos y un camión. A reclining figure (Una figura tumbada, 1969-1970), mide 3,5 metros de longitud y pesa 2,1 toneladas. Todos los expertos coincidieron en que la pieza fue sustraída por el valor del bronce en que está hecha la obra y no por la obra en sí, para luego intentar revenderla.
El presente libro transita por robos ya históricos, como los ocurridos en la década del 1980 en el Museo Nacional de Buenos Aires, y los museos Castagnino y Estévez de la ciudad de Rosario, así como el devenir de estos delitos en fechas muy cercanas, cuando algunas de estas piezas fueron recuperadas gracias a la cooperación internacional.
Se indaga también sobre casos recientes de robos de obras de arte contemporáneo ocurridos en los últimos años, en museos, galerías y casas de coleccionistas particulares.
A partir de la recomendación de la Convención de la UNESCO de 1970 sobre la instauración de cuerpos de policía específicos, se analiza el trabajo llevado a cabo en ciertas provincias —como es el caso de Córdoba— donde fue creada una división policial dedicada al cuida- do del patrimonio. Asimismo, se recopila la legislación actual nacional e internacional, así como las convenciones que regulan los pasos a seguir en caso de tráfico o delitos vinculados al patrimonio cultural y artístico de los pueblos.
El libro recorre también las historias y modus operandi de los ladrones de obras de arte más famosos del siglo XXI, así como los sucesos recientes vinculados a la pandemia y sus consecuencias en el sector. En la investigación se examinan las estadísticas e informes relevados a nivel mundial en relación a los dos años de pandemia vi- vidos en 2020 y 2021, y cómo esta situación anómala afectó o influen- ció en las modalidades en que opera el tráfico de bienes culturales. Durante ese período, el planeta entero se vio conmocionado con una crisis sanitaria a escala global nunca antes vista. El virus del COVID-19 paralizó al mundo durante períodos prolongados, lo que modificó el entramado y las estrategias del robo y tráfico ilícito. Se analizan en profundidad las implicancias de esta pandemia en la forma en que estas redes cambiaron su accionar, gracias a los datos recogidos por INTERPOL a nivel internacional sobre la forma en que el sector del arte y la cultura se vio perjudicado.
Se han realizado entrevistas a actores involucrados, como el Director General de Coordinación General de Interpol, Marcelo El Haibe, quien formó y sentó las bases de la división de Protección de Patrimonio Cultural; a artistas cuyas obras han sido robadas en circunstancias diversas; a artistas cuyas obras atraviesan esta temática y a abogados y periodistas que han analizado y participado en casos relacionados. Los especialistas brindaron su perspectiva y su opinión en cuanto a cuáles son las formas más propicias de evitar y ponerle freno a este delito, objetivo hacia el cual apunta esta publicación.
* Lic. en Gestión de Arte y Cultura (UNTREF). Fragmento de la introducción de su libro El lado oscuro del arte. Robo de obras y otros crímenes artísticos, edición de la autora. Maestranda de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo (UNA). Especialización en Protección del Patrimonio Cultural (IUPFA). Curadora independiente. Dirige Temporada de Relámpagos. Trabajó en Muntref y Museo Marco La Boca. En 2022 publicó el libro Uno más uno igual a once. Una breve historia de los colectivos artísticos en el siglo XXI. El libro se consigue a través de del correo temporadaderelampagos@gmail.com
Fuente: Página 12